domingo, 8 de agosto de 2010

Prometo...

Curioso. Muy curioso ver los cambios en las generaciones. Creo que es el motivo por el que escogí intentar “especializarme” (muy, muy entrecomillado porque, vaya expertos con sólo tres asignaturas...) en temas de infancia y juventud. Y no es que me haya dado cuenta precisamente hoy, que escribo desde una casa rural, en el impresionante complejo de Montes Comunales en Adamuz (Córdoba), rodeado de mis padres, sus amigos y algunas chicas de entre 12 y 15 años.


Siempre me ha atraído mucho la visión del mundo de los niños o los más jóvenes – y es que precisamente, éstas, ya no son tan niñas... - que siempre me hace preguntarme ¿de verdad era yo tan así”? Y es que lo que mis padres y abuelos llamaban “el pavo” cada vez empieza más temprano y termina más tarde.

Toda esta tontería me llega ante la visión del salón de nuestra coqueta casita, atestado de gente de diferentes generaciones y la visión de mi madre y sus amigas bailando el odioso “panamericano” (o como quiera que se llame la horrible canción) sobre una mesa imitando a la peña desfasada de los festivales. Yo descojonándome viendo a mi madre tan contenta, disfrutando y haciendo el tonto un rato mientras pensaba “si fuera la madre de una de mis primas (que por allí andaban) ellas estarían gritándole ¡qué vergüenza!, escondiéndose de todos”. Y me paro a pensar, ¿quizá yo no pensaba lo mismo hace 7 años?

Me encanta disfrutar de ellas y ver cómo les da “corte” cosas que desde la óptica más adulta o madura o como se quiera llamar, son de lo más insignificantes. Qué valor tan fuerte dan al amor, a las relaciones sexuales, a las amistades, a lo pasional, a las emociones... Y lo peor de todo, ¡qué poco le damos nosotros cuando vamos creciendo..! Cada vez menos...

Siempre vuelve a mí el complejo de Peter Pan. Es imposible que no caiga en ese síndrome cuando veo a los más pequeños con esa ilusión, dándole importancia a cosas que en realidad no la tienen desde nuestra perspectiva, preocupándose por problemas que a nuestros ojos son tan insignificantes que no alcanzamos a ver que para ellos son su mundo entero. Hace poco tuve con alguien una conversación sobre la “gente pequeña”, los Peter Pan del mundo, grupo que en algunas ocasiones alguna gente me ha incluido (y a mucha honra), y yo digo ¡ojalá! Cada vez me veo más fuera de ese grupo, muy a pesar mío... Decisiones importantes sobre mi vida, mi futuro, mi profesión, mis relaciones...

Sólo me queda el consuelo de que es parte del ciclo de la vida, con su parte bonita, que también la tiene el pasar página, pero Peter Panes del mundo: Evolucionar, crecer, madurar. Evolucionar, crecer y madurar dejando un huequito para la ilusión, la esperanza y los sentimientos. Un hueco para Peter, para Campanilla, para Atreyu y Fuju. Para Alicia y el Conejo Blanco. También para Goku, Chicho, Espinete, los Power Rangers... Un hueco para la magia y la inocencia en forma de colección de películas, de series, de dibujos, de cómics, de recortes, de cajita de metal con recuerdos, que te permita llegar del curro, de aguantar jefes y usuarios o clientes y adentrarte en otro sitio, en tu particular “Imaginario del Doctor Parnassus” y recordar aquellos tiempos en los que la mayor preocupación era si la rubita de la fila de alante estaba por ti o si a tus amigos les molaría la camiseta nueva que te había regalado tu madre.

Avanzar, crecer, madurar sin olvidar, sin dejar de lado una parte irrenunciable de nuestra vida: la ilusión.


"Ahora que han pasado unos años
prometo seguir corriendo antes que andando,
prometo seguir sin hacer testamento,
prometo seguir molestando,
prometo seguir cayendo,
prometo seguir buscando, probando, deseando, ardiendo...
Prometo seguir nadando sin guardar la ropa,
prometo seguir amando a corazon abierto,
prometo valer más que el que más vale,
prometo seguir riendo en los funerales,
prometo volar al próximo intento..."
Campaña de La Sexta 2010

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